miércoles, 28 de abril de 2010

El trabajo ha muerto



«De ahí que el obrero se sienta en su casa fuera del trabajo y en el trabajo fuera de sí. Está en casa cuando no trabaja, y cuando trabaja no está en casa. Su trabajo, por lo tanto, no es voluntario, sino obligado, trabajo forzado. No es, por lo tanto, la satisfacción de una necesidad, sino sólo un medio para satisfacer necesidades fuera de éste. Su carácter ajeno lo pone de relieve el hecho de que, tan pronto deja de existir alguna coacción física o de cualquier otro tipo, se huye del trabajo como de la peste.»
Karl Marx, Manuscritos económico-filosóficos, 1844
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«En el fondo, ahora se siente [...] que semejante trabajo es la mejor policía, que mantiene a todo el mundo a raya y que sabe cómo evitar con firmeza el desarrollo de la razón, la concupiscencia y el deseo de independencia. Puesto que emplea una cantidad enorme de energía nerviosa, la cual sustrae a las actividades de meditar, ensimismarse, soñar, preocuparse, amar, odiar.»
Friedrich Nietzsche, Los aduladores del trabajo, 1881
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El trabajo como lo conocíamos dejó de existir.

Hace rato que no existe.

Nos educamos en la idea judeo-cristiana que ganaremos el pan con el sudor de nuestra frente, o con eso de casa al trabajo y del trabajo a casa, o últimamente con esos empleos donde forman a sus empleados mentalizándolos en el marketing de formas modernas de esclavitud, como los vendedores de hamburguesas, celulares, servicios médicos o algún polvo maravilloso que vuelve hermoso a quien lo compre.

Son solo los últimos estertores de una idea que se muere.

Hoy se puede ganar plata sin hacer nada, o como mucho juntándose en una esquina, parando el transito y tocando el bombo. Estamos donde nadie se muere de hambre (si sabe pedir….).

El estado tiene una renta extraordinaria que permite llenar los bolsillos a corruptos y dadivas tanto a los seguidores como a desconformes (cuando protestan
es solo porque quieren una torta más grande).

El trabajo ha muerto y nadie tiene intensión de devolverle la vida.