miércoles, 20 de mayo de 2009

Los desertores del Koslay III (relato)

Al caer la noche el sendero se empinó y se puso mas que difícil, pero nos relamíamos pensando en la posición que había elegido Luis para esperarnos, por ahí no iba a subir ni un gamo. JULIO CORTAZAR en Reunión (1966)
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Tomé todas mis cosas y me fui a la casa de Mauro temprano porque el flaco ponía la casa y el chivo, pero del asado me encargaba yo.

Llegué a la casa y Mauro estaba un poco inquieto, nos saludamos y hablamos de detalles del asado, y zonceras acerca de como prendía el fuego, si necesitaba algo y cosas por el estilo. Ahí nomás abrí el vino que llevé yo, brindamos por el éxito y tomamos un trago antes de encender el fuego. De la sociedad, ni la mencionamos. No podíamos.

Cuando las llamas de los leños estaban bien altas llegó el Rulo.

Al principio me sorprendí. El tipo que llegó tenía el pelo corto y mas lacio que un japonés y enseguida comprendí la ironía de Mauro cuando me lo presentó “Walter, este es mi amigo el Rulo”. Apenas presentados, vino de por medio, comenzamos la charla.

El Rulo resultó ser todo un intelectual: Profesor de Historia medieval, Historia Argentina y también Profesor de Literatura. Durante la charla se mostró de mente abierta y buen conversador.

El jefe llegó detrás del Rulo. Juan era un colorado descendiente de piamonteses arraigados en campos trigueros de Buenos Aires, campechano, de baja estatura y a esta edad con mas panza que pelos en la cabeza, un tipo ejecutivo, de capacidad para pasar rápido a la acción. Nuestro perfecto quinto.

Mi amigo el Pelado llamó, confirmó su asistencia pero dijo que se iba a demorar.

Puse el cabrito en la parrilla y tome el hígado, lo salé y adobé, lo envolví en el redaño y lo puse al costado del chivito. El Rulo miraba, como quien ve algo fantástico, y el jefe con un guiño le dijo “es para el aperitivo..”

Mauro no esperó más y mientras yo pincelaba el chivo con el adobo dijo:

- El motivo de esta reunión es convocarlos a formar una sociedad de hombres que, ante el avance de culturas “light”, “instantánea”, "baja en calorias", “gay”, “feminista” y otras yerbas que tienen por propósito el amansar nuestra hombría de bien, rescatemos el hombre con instinto animal, inteligencia analítica, poder de decisión y locura innovadora.

- Amén, - se despachó el jefe.- pero si me vas a convencer de algo primero servime más vino y explicame un poco más.

El flaco Mauro descorchó otra botella y le expliqué – Nuestra cultura actual está cambiando todos los días un poco y creemos que se debe a que nuestros vecinos del primer mundo capitalistas necesitan que cambiemos para formar parte del mundo consumista.

- Claro! – exclamó el rulo – Nos necesitan como una masa tonta que consume lo que ellos producen…

- Si, y para lograr que seamos los consumidores de ellos antes tienen que lograr que cambiemos nuestros hábitos de vida. Básicamente, volvernos adictos al trabajo, para tener a más guita para comprar más. – y continué – Para lograr esto usan todos los medios de difusión que existen: TV, Internet, diarios,….

- Viste los diarios, - intervino el jefe – cada día mas páginas y páginas enteras de publicidad!

- Aparte este consumismo genera subculturas . – Intervino el flaco – Imaginate esta situación: El padre trabaja, la madre también, no nos olvidemos del feminismo que le dice a la mujer “salí a trabajar, no te quedés en tu casa”.

- Si, y no les alcanza lo que ganan – acotó el jefe

- Si, - continuó el flaco – y pensá que los hijos criados sin la madre, en guarderías, cuando crecen se hacen gays, floggers, nerds, asesinos seriales o cualquier otro tipo de reventado social. ¿Todo, por qué? Porque los padres quieren tener mas guita y consumir más: ¡el objeto del capitalismo descarnado!

- Tal cual - dije mientras sacaba el hígado de la parrilla y lo rebanaba en finas rodajas. Y agregué - La idea es la deserción de la cultura actual y por eso decidimos con Mauro llamar a nuestra sociedad “Los desertores del Koslay”, y también por eso mismo, decidimos iniciar nuestra sociedad desde la clandestinidad.

- Esto que decís - acotó el Rulo - es decididamente contracultural!

- Y es por eso,- dijo Mauro- que los convocamos a ustedes dos, junto con el pelado que es un amigo de Walter y que está por venir, para que entre los cinco conformemos esta sociedad.

El jefe tomó una rodaja de hígado y otra de pan y todos lo seguimos. Parecía un partido de tenis doble, dos de cada lado. Mauro y yo mirándolos mientras comíamos el tente-en-pie. El jefe y el rulo masticaban mientras las miradas estaban fijas en el infinito, pensativos.

- Está bueno el hígado..eh., mirá que a mi no me gusta- dijo el rulo.- Cuando era chico mi vieja me daba y yo no lo podía tragar.

-¡Esto que estamos haciendo es contracultural! – exclamó el jefe – fijate si en Londres o Nueva York se van a juntar cinco tipos a comer un cabrito a la parrilla en el quincho de la casa…

El tema quedó instalado.

Di vuelta el chivo en la parrilla y le agregué mas condimento del lado asado.

La conversación corría por sí misma y mientras esperábamos al chivito y al pelado los cuatro estábamos disfrutando la velada, tomando buen vino y reforzando la idea de la sociedad. Nuestras palabras podían formar solas un proto-manifiesto desertor.

Cuando el jefe abrió la tercera botella llegó el pelado saludando mano en alto y un par de metros atrás su mujer.

Nos quedamos mudos mirando al pelado y su mujer.

- Buenas noches..- saludó el pelado - …..y las mujeres?

- No me digas …!!! – adivinó

- ¿ Qué? – pregunto confundida su mujer

- Che! No me avisaste que era solo para hombres…. – protestó el pelado

- Yo me voy – alcanzó a decir algo ofendida y con cierta desolación.

Ahí nomás reaccionamos, yo me disculpaba con el pelado y le decía “creí que te lo había dicho” y el resto de los amigos se encargaban de convencer a la mujer del pelado que no se fuera y que “como la vamos a dejar ir con la carne lista en la parrilla”, “no, por favor, quedate” y mas cosas hasta que la convencimos y se quedó.

El chivito estaba listo, a punto para comer. Lo troceé y empezamos a comer previo pedido del jefe del clásico “Un aplauso para el asador!”.

Yo ya estaba usando mi cuchillo de asado que había comprado el verano en Coronel Suárez en camino a Necochea, el jefe sacó su facón dominguero con funda y cabo enchapado en plata y Mauro y el rulo hicieron lo mismo, cada uno con su cuchillo de asado.

El pelado miraba todo y susurró dolorido:

- Todos sacan su cuchillo y yo saqué a mi mujer…..

Comíamos y hablamos de cualquier cosa que no tuviera que ver con “Los desertores…”

En un momento el flaco me pidió - contate el cuento del “negro” Alvarez.

Les pregunté a todos – ¿Conocen el cuento del gallo Tucho?

martes, 5 de mayo de 2009

Los desertores del Koslay II (relato)

Mi amigo Mauro me miró fijamente a los ojos. Yo se que de alguna manera quería usar esta sociedad como plataforma para su proyecto político, para proyectarlo como candidato a diputado opositor, o algo por el estilo y por otra parte tenía aficción sobre otras cosas un poco mas informales como chamanísmo, rastafarísmo, senderísmo y otros "ismos". 

Dentro suyo sus dos ideales estaban en plena batalla campal.

A ver explicame tu idea de deserción, porque....mmm, es una idea sobre ya hay bastante escrito. Incluso Borges, eh.... ¿Cómo es?

-Si, pero no. No tiene nada que ver con cuestiones éticas. Mi idea.........

Jefe a la vista. 

Los dos saludamos al jefe. El jefe se acercó y Mauro le convidó un mate.

-No gracias, estuve casi una hora con el correntino y estoy verde de mate.

-Que buenos mates que ceba este tipo.-le acoté

-Si, bárbaro, pero igual en una hora quedás verde y corrés para el baño que ni te cuento.

El jefe era de esas personas de campo, bueno, pero con unas manazas que mejor que tenga buen carácter.

Sospechábamos que ya nos tenía junados. No decía nada pero cuando nos escuchaba nuestros diálogos nos miraba medio entrecerrados los ojos y una comisura que no llegaba a la sonrisa se le dibujaba el la cara.

-¿Cómo andamos hoy?- nos preguntó

-Un poco menos operaciones que ayer pero algo mas de guita- reportó Mauro.

El jefe se fue lentamente hacia su box y a los pocos pasos nos contestó con un "OK" de espalda, cerrando el dialogo de la mañana.

Mauro estaba un poco inquieto.

-Este sabe algo - acotó.

-Claro que sabe ¿y?.

-Lo de los desertores- retomé- no tiene que ver con algo intelectual, sino todo lo contrario. Me refiero a aquellos desertores que se rajaron a las sierras para evitar el reclutamiento forzado del ejercito de San Martín y que luego atendieron a cuanta dama o damisela que se le cruzaba por el camino.

-Mi teoría es que los que se fueron a pelear la guerra jamás volvieron, ya sea porque murieron en batalla o porque nadie les bancó el retorno a casa y hoy son los tatarabuelos de chilenos, peruanos, colombianos o venezolanos.- insistí

-O sea que los que decís..- tomaba la idea Mauro- es que los criollos puntanos de hoy son los descendientes de desertores-

-Exactamente.

-Aparte de lo histórico, imaginate si nuestra sociedad es conocida, -dije- perderíamos toda razón de ser. La respuesta es la deserción. Tenemos que desertar. Pasar a la clandestinidad.

Mauro terminó de tomar el último mate del termo. Meditaba silenciosamente sin perder nada de su determinación.

-Tengo un chivo en casa y a tu amigo el pelado le debo un asado.

-¿Eh? ¿Qué decís? ¿? - le pregunté

-Tenemos que constituir ya nuestra sociedad - me informó- Y creo que un asado es la mejor manera de hacerlo.

-Estás queriendo predicar con el ejemplo. - le dije- Privilegiar "el hacer"....

Claro, - y agregó- tenemos que ser cinco.

Ya en otras charlas habíamos pensado que la sociedad perfecta era de cinco. Por razones esotéricas, para el mejor flujo de ideas, por impar, la sociedad perfecta debía ser de cinco personas.

-Nosotros dos, tu amigo el pelado, tres, mi amigo el rulo, cuatro.....- Mauro dudó.

-Falta un quinto.- agregó

-El quinto perfecto es Juan.

-¿El jefe?

Nuestro jefe se llamaba Juan y era el prefecto quinto que buscábamos.

-Quién lo invita?- preguntó Mauro

-Yo me encargo.

-Meta! 

domingo, 3 de mayo de 2009

SER CASI LO MISMO (reflexión)

Hace unos días ví por internet unas fotos de una amiga, el álbun fotográfico se llamaba “una tarde en el SOHO”. Me sorprendí y tuve cierta envidia por lo viajada que estaba mi amiga. Para mi sorpresa las fotos no eran del Soho, que es un barrio de la ciudad de Nueva York. No. Eran fotos tomadas en el barrio porteño de Palermo, que vaya a saber quien o quienes llamaron Palermo Soho. Ahora todos se refieren a este lugar como el “Soho”.

Mi sensación nuevamente fue la vergüenza.

Hace un tiempo ya que vengo experimentando esta sensación. La siento cada vez que veo por la tele a alguien que llama a otro paisano nuestro diciendo que es “el Michael Jackson argentino”, o que son “los rolling stone argentinos” y cosas por el estilo. Todavía recuerdo la cara de Mick Jaeger atónito cuando le presentaron a la banda de “Los Ratones Paranoicos” diciéndole el último ejemplo citado. No podía entender de que le hablaba el presentador.

Volviendo a las fotos de mi amiga descubro que sus rulos habían desaparecido y que ahora tiene el pelo lacio, perfectamente peinado y de un rubio típico de "la Gimenez". Su boca ahora exhibe dientes perfectamente alineados y de color “blanco Hollywood” y donde antes existían unas tetas pequeñas y armoniosas con su cuerpo ahora se ven dos tetas sobredimensionadas y erguidas.

Mi sensación cambió. 

Me deleité mirando su nueva figura, su nuevo “look”.

Pasado el embelesamiento razoné: Que parecidas que son muchas mujeres actualmente ¿No? ¿Cuál es el motivo de querer ser todas rubias con sonrisa y tetas perfectas? ¿Qué es lo que lleva a alguien decir que alguien de acá que es “el Brad Pitt argentino”? Acaso ¿no queremos ser nosotros mismos?

No, queremos ser otro o al menos ser casi lo mismo que el otro.

Otra realidad.

¿Que será? ¿Nos llevará acaso el espanto de la realidad en la que vivimos? ¿Es tan horrenda nuestra realidad que cambiamos el nombre a los barrios por otros mas glamorosos? ¿Que pensaran las mujeres que transforman su cuerpo? Acaso que dios se equivocó al hacerlas como son y que merecen ser otras.

Ya tenemos mucho escrito sobre el cambio de nuestro lenguaje y de la aparición de nuevas palabras u otras que reemplazan a las que veníamos usando. Pero esto es otra cosa. Es la necesidad de ser otro que ya es una persona de éxito, hermosa y que habita por barrios desbordantes de Jet-set y glamour. No nos bancamos hacernos de abajo, trabajar y lograr el éxito de nuestra propia realización, ni lograr ser vistos por nuestra belleza interior, por quienes somos, ni que nuestro barrio sea lo que es.

No, eso no. Hoy podemos hablar de una realidad distinta, mostrar un nuevo aspecto que acabamos de pagar y llamar a nuestro barrio como se nos de la gana.

PD: Mea culpa, el título no es original mio sino una mera paráfrasis del título del último libro de Umberto Eco. 

Los Desertores del Koslay I (relato)

Charlando con mi amigo, con el que tengo ciertas afinidades, llegamos a la decisión de crear nuestra propia sociedad (detestaría llamarlo “club”). La sociedad que imaginamos jamás sería como un club social, ni deportivo y menos aún una agrupación política. Lo que buscábamos formar era una sociedad de hombres.

La idea era formar un lugar que dé refugio a hombres agobiados por las presiones de la vida en convivencia con mujeres y niños demandantes. Dar alivio y confortar a aquellos hombres mansos que van por la calle diciendo “si querida” al celular o aquellos que en los supermercados hacen cola junto a su mujer con el carrito cargado mientras le miran de soslayo el culo a otra mujer de la cola de al lado.

El ámbito ideal sería un quincho donde comer, tomar y dar rienda suelta a las charlas sobre futbol, autos, mujeres y demás asuntos.

La moción fue de aprobación unánime.

Enseguida convenimos en la clandestinidad. Esta sociedad tendría como esencia el ser clandestina, no por nada en especial sino por el mero gusto de serlo. 

Sin detenernos a precisar mas de esta sociedad, tal vez debido a la euforia que vivíamos, decidimos darle prioridad al nombre.

Un nombre que le diera fuerza y fuera convocante

Mi amigo de extracción Smithsoniana propuso nombres como “Los manseros del Tamboreo” o “Llaneros del Pancanta”. 

A mi estos nombres se me antojaban como un nombre propio de un grupo de folklore llorón. Como esos cantores que cantan todo en son de lamento. Sin ánimo de ofenderlo le propuse: 

Que te parece “Los desertores del Koslay” - y le explique - es acorde a la naturaleza clandestina que le queremos imprimir a la sociedad y por otra parte sería un homenaje a aquellos prohombres que durante la creación del ejercito libertador del General San Martín, se escondieron por las alturas de los cerros de San Luís para no ser “convocados” por la milicia, y es mas - agregué - una vez retirado el ejercito se avocaron a poblar esta gran provincia. 

Mi amigo se quedó callado por un rato.

A pesar de sus genes gringos, el tenía encarnado un espíritu criollo en la piel. 

Toda la historia aprendida desde la primaria se le revolvía en las tripas: mi amigo estaba sorprendido.

- Walter, esto no va a ser muy popular - me dijo

- Esa es la idea amigo.